Por Moisés Sangay
Quien no recuerda, siendo niño, revolcarse entre los verdes pastizales, correr tras una cometa al compás del viento o contemplar la inmensidad de áreas verdes que cubrían la tierra cajamarquina como una vasta alfombra. El valle de Cajamarca, con su abundante verdor, es el atractivo más llamativo para cualquier visitante, ya sea que llegue por aire o por tierra. Este paisaje, digno de innumerables postales, abarca zonas icónicas como La Colpa, La Victoria, Huayrapongo, Huacaríz y Baños del Inca.
La belleza de estos valles es incalculable. Más allá de su riqueza escénica, el valle cajamarquino también posee un gran potencial económico gracias a la ganadería, que sustenta a miles de familias. Estas tierras producen más de 230 mil litros de leche fresca al día, un insumo esencial para la elaboración de productos lácteos que deleitan a miles en todo el Perú. Según Ricardo Huamán de la Cruz, un acopiador de leche con más de ocho años de experiencia, «estas zonas son las que producen más leche y tienen las mejores vacas».
Sin embargo, este hermoso manto verde está en riesgo de desaparecer debido al rápido avance de la urbanización. El cemento reemplaza a los pastos, y las vacas ceden su espacio a grandes edificios. Los sonidos de los pájaros y terneros se ahogan bajo el bullicio del tráfico urbano. Hoy en día, al menos 23 inmobiliarias operan en Cajamarca, vendiendo hasta tres lotes de terreno al día. «Ofrecemos precios más bajos para que no pagues mucho impuesto», confiesa un vendedor.
Este crecimiento desordenado, alimentado por la venta de tierras heredadas, ha provocado que comunidades como La Colpa pierdan más de 40 hectáreas de pastos en los últimos siete años, ahora convertidos en almacenes, campos de fútbol y condominios. Según Rosario Ocas Murillo, teniente del caserío La Colpa, «son las inmobiliarias quienes diseñan las urbanizaciones, sin ninguna supervisión municipal.»
El impacto no solo es ambiental. La producción lechera, uno de los pilares económicos de la región, también está en declive. Según el Banco Central de Reserva del Perú, el 2024 la producción lechera en Cajamarca cayó a 340 millones de litros, una reducción de 20 millones de litros respecto al año anterior, debido a la pérdida de pastos.
La transformación del paisaje es inevitable con el aumento de la población, pero el crecimiento debe ser planificado. «El municipio y el Gobierno Regional de Cajamarca tienen un Plan de Desarrollo Territorial, pero debe implementarse de manera efectiva», advierte Julio Alcalde Giove, sociólogo y docente de posgrado en la Universidad Nacional de Cajamarca. De lo contrario, Cajamarca corre el riesgo de convertirse en una ciudad congestionada, perdiendo para siempre su identidad agrícola y sus vastos paisajes verdes.
El valle cajamarquino ha sido testigo de generaciones que prosperaron gracias a su riqueza natural. Es imperativo que las autoridades y las comunidades colaboren para salvaguardar este patrimonio, de modo que los hijos del mañana puedan disfrutar de sus colores y no estén condenados a un futuro de caos y cemento.
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