La designación de César Villanueva, exitoso Presidente Regional de San Martín, como Presidente del Consejo de Ministros el 31 de octubre pasado, tomó de sorpresa a algunos analistas y a la opinión pública. Recordemos que ya en el mes de junio el actual Premier fue voceado para el cargo, como lo fuera también, Martín Vizcarra, Presidente Regional de Moquegua. Desde entonces, parecía claro que el Presidente estaba buscando un Primer Ministro ajeno a su gobierno, de predios distantes al mundanal ruido de Lima y de los denominados partidos nacionales, de los que se encuentra cada vez más distanciado, si no enfrentado. Lo sorprendente entonces, fue la aceptación de Villanueva, un descentralista convencido. en un escenario en el que asumía el encargo de un gobierno receloso de la reforma, manteniendo un gabinete bastante desgastado ante la opinión pública y con muchos ministros en problemas con el Congreso de la República.
Aunque desde sus primeras declaraciones buscó mostrar su autonomía y adelantó que haría cambios paulatinos en las semanas siguientes, el consenso inicial que produjo su designación, cedió paso rápidamente a la crítica por la difícil situación en que se lo veía: sin partido propio, carente de equipo y operadores políticos, sin mayores relaciones que se le conozcan en el mundo limeño, que es el mundo del poder real en el país. Para hacerle las cosas más difíciles aún, el Presidente resucitó el fantasma del “cogobierno familiar” con unas infelices declaraciones y el escándalo López Meneses ensombreció aún más el panorama.
Los días previos a su presentación en el Congreso estuvieron marcados por aquél. La denuncia inicial fue amplificada de inmediato por distintos medios, cada vez más críticos de la gestión gubernamental, que apuntaban a mostrar los vínculos de la denuncia, si no con el propio Presidente de la República, con distintos círculos del humalismo. Coincidieron entonces, el sainete, la improvisación y las limitaciones políticas del Presidente, que terminaron en un enfrentamiento con la Policía Nacional, a la que torpemente responsabilizó de un entuerto en donde lo único claro es que los oscuros aparatos de los noventa, eventualmente convertidos en bandas y/o en empresas privadas, siguen actuando al servicio de distintos clientes, como lo demostrara el caso Business Track.
Las renuncias del asesor presidencial en materia de seguridad nacional y del Ministro del Interior, no deben haber sido un trago fácil para el mandatario. La designación de Walter Albán como nuevo Ministro, no es la de una figura del entorno palaciego. Más allá de su mayor o menor conocimiento del tema encargado puede reforzar la autonomía declarada del Premier, su decisión de actuar en coordinación directa con el Presidente, como lo establece la Constitución. Villanueva en su presentación en el Congreso, lo que no es menor, advirtió que no permitiría en ninguna circunstancia “poderes paralelos”.
Como no podía ser de otra manera, dado su origen, en su intervención ante el Parlamento Nacional puso particular énfasis en la descentralización, la que definió como “un desafío para el país para potenciar sus capacidades regionales para el desarrollo territorial, a fin de facilitar y acelerar la inversión e impulsar polos de desarrollo regional con crecimiento e inclusión”. Tras cuestionar enérgicamente el carácter fuertemente administrativo y sin recursos de la reforma, precisando que se necesita inyectarle gerencia política al desarrollo regional, sostuvo que para que la descentralización impacte en la vida de las personas se necesita articular la inversión pública y privada en cada territorio, desencadenando sinergias para constituir Polos de Desarrollo Regional e Interregional, entendidos como espacios económicos y sociales que trascienden los límites departamentales, articulando los mercados con los territorios, en base a una misma plataforma logística que integra diferentes sectores productivos para potenciar su desarrollo. En ese camino, indicó su decisión de hacer de municipalidades y gobiernos regionales sus aliados estratégicos. Avanzó detalles sobre los polos del norte y el sur; sería interesante que haga lo propio para el centro y el oriente.
Precisó también que impulsará la revisión inmediata de la distribución intra-departamental del canon y de sus mecanismos de estabilización, para que deje de ser no un factor de desigualdad al interior de cada departamento, haciéndolo un instrumento efectivo para el desarrollo. Señaló que, en alianza con los gobiernos regionales, presentará un proyecto de ley para tal fin. Haría bien en incorporar en ese esfuerzo, también a los gobiernos locales. En la orientación general de potenciar los denominados polos de desarrollo, anunció finalmente, un conjunto de megaproyectos de infraestructura a través de asociaciones público privadas que se licitarán a partir de las próximas semanas. En este esfuerzo, indicó que el gabinete tendrá que trabajar con los presidentes regionales.
Como es obvio, la orientación y las medidas anunciadas, son importantes y marcan algunas diferencias con la situación actual, más aún por el reconocimiento explícito de que el actual crecimiento económico ni cierra las brechas de oportunidades, entre territorios y entre personas, exigiendo de transformaciones “profundas que integren y den coherencia a las acciones del Estado para atender…las necesidades de los ciudadanos”. Aunque habló de la diversificación productiva y la industrialización, sería interesante conocer como se articulan con la propuesta de los polos de desarrollo.
No obstante la importancia de lo anunciado, es claro que es aún marcadamente insuficiente. Ni una palabra sobre el fuertemente recentralizador presupuesto 2014; muy tácito lo de la coordinación intergubernamental; nada sobre la descentralización fiscal, tampoco una posición clara sobre el urgente e indispensable ordenamiento territorial, más allá de la reivindicación de la importancia del territorio para mejorar la inversión y avanzar hacia la integración.
Cierto es que se trata del primer discurso de un Primer Ministro que hasta hoy está sólo en un gobierno al que se ha sumado en un momento particularmente difícil y complejo. Cierto también que los problemas y necesidades del país ni se resuelven ni se agotan en la descentralización. La presentación ante el Congreso de la República tiene elementos que permiten alguna esperanza sobre la posibilidad de un gobierno que replanteé su conservadora y desconfiada mirada de la reforma y pueden haber incomodado a más de un ministro, pero es evidente que los descentralistas tendremos que seguir presionando en esa dirección, aprovechando la apertura que innegablemente significa el nuevo Premier. Quizá haríamos bien en recuperar la propuesta de la Comisión de Descentralización del Congreso de la República (junio 2013) de una Comisión Intergubernamental, con participación de expertos y de la sociedad civil, que en un plazo breve defina una hoja de ruta y las medidas necesarias para relanzar la descentralización.
El Presidente del Consejo de Ministros podría encabezarla, haciendo realidad en este terreno, la voluntad de “diálogo político y puertas abiertas” como marca y sello distintivo de su gestión.