Para algunos voceros oficiales este trajinar en las regiones y provincias sería una clara manifestación de la voluntad descentralista del gobierno. En diálogo con esa perspectiva queremos plantear algunas aproximaciones críticas a esta decisión. Cabe recordar que este tipo de iniciativas se inició en el gobierno anterior con las sesiones descentralizadas del Gabinete. Creemos que, con un formato más personalizado, se mantienen los mismos problemas y limitaciones.
La agenda de la visita presidencial no ha estado centrada, como debiera ser, en el análisis de las políticas nacionales que requiere la región para su desarrollo o en la identificación de las grandes inversiones que demandan sumar capacidades y recursos de los tres niveles de gobierno. En general, se han abordado las demandas locales y regionales, y se ha vinculado la solución de estos problemas a la figura presidencial. Esto muestra que estamos ante un evidente retraso en la transferencia de competencias y funciones a los gobiernos regionales y locales. En la medida que las regiones carecen de la potestad de definir e implementar políticas regionales, la agenda no puede ser orientada hacia la concertación intergubernamental en cada sector y se afirma más bien una relación basada en la dependencia de la voluntad del Ejecutivo.
Sin embargo, el problema no está sólo en las competencias. Si seguimos avanzando en los ofrecimientos presidenciales de octubre de 2006 nos encontramos con el tema de la descentralización fiscal. Nuevamente, la visita es aleccionadora de los evidentes retrasos del proceso descentralista. Hemos visto al presidente Alan García comprometiendo recursos para determinadas obras demandadas por la población. Lo primero que cabe preguntarse es cuál es la razón por la que inversiones que son evidentemente de carácter local y regional siguen estando bajo responsabilidad del Ejecutivo. Además, la imagen de un Presidente que va por el país decidiendo sobre pequeñas y medianas inversiones no es la mejor forma de fortalecer la institucionalidad.
La visita del Presidente nos muestra también el vacío existente en cuanto a canales institucionales adecuados para concertar y negociar entre los tres niveles de gobierno. Los medios de comunicación han mostrado encuentros respetuosos y amigables, pero sin agenda definida y sin criterios claros para definir acuerdos y compromisos. La descentralización requiere mecanismos y espacios intergubernamentales basados en el respeto de la autonomía de cada nivel de gobierno y en la búsqueda de una acción complementaria que potencie el impacto de los recursos y políticas del gobierno nacional, del regional y del local. Muy poco o nada de esto se ve en las visitas presidenciales.
La integración regional ha sido otro tema ausente de esta iniciativa presidencial. No se hizo ningún esfuerzo por promover el diálogo con la Junta de Coordinación del Norte, instancia que viene ganando en institucionalidad y en convocatoria. Ello nos lleva a preguntarnos sobre las ofertas presidenciales contenidas en el denominado shock descentralista de octubre pasado en relación con el proceso de integración. El ofrecimiento de apoyar y fortalecer las Juntas como parte de una estrategia más amplia de regionalización no ha tenido ninguna expresión en esta visita presidencial al norte del país.
Nos parece bien que el Presidente de la República se traslade a las regiones. Con este análisis crítico –y en mucho contra la corriente– buscamos aportar a que esta orientación vaya más allá del gesto o de la distribución de recursos por más generosa y bien intencionada que ésta pueda ser. La visita presidencial debe servir para dialogar sobre políticas, estrategias y programas nacionales y regionales, así como sobre los pasos necesarios para profundizar la descentralización y la regionalización.
Autor:
Grupo Propuesta Ciudadana
Fecha de Publicación:
Mié, 18/04/2007
