La reciente renuncia de César Villanueva a la Presidencia del Consejo de Ministros, nos obliga a reflexionar acerca del rumbo del gobierno y del país en su conjunto, considerando las motivaciones de los diversos actores, aunque también las condiciones estructurales en las que éstos se desenvuelven. Esto, porque ya es el cuarto premier que es reemplazado en tan solo tres años de gobierno del Presidente Humala, pero también por las circunstancias que rodearon su salida, las mismas que desnudan las “lógicas” de quiénes hoy detentan el gobierno, así como de los que ejercen el poder de manera formal o informal en el país.
La economía y el ciclo político inaugurado con el fujimorismo pareciera irse acercando a su fin; todo indica que el actual modelo económico e institucional, creado dos décadas atrás y tímidamente reformado para su despliegue, van llegando a su límite. Sus debilidades más recientes se evidencian, entre otras cosas, en la significativa reducción del canon para las regiones, pero también en la imposibilidad de concretar distintas y nuevas inversiones en el país, además de las ostensibles debilidades del Estado para acelerar la velocidad de las inversiones en curso y facilitar nuevos proyectos extractivos que siguen sin realizarse o que tienen posibilidades limitadas para hacerlo. A diez meses de las medidas orientadas a este fin, el gobierno no puede mostrar ningún resultado; las licitaciones de los megaproyectos comprometidos por el Presidente en julio y reiterados por Villanueva en su presentación ante el Congreso, continúan postergándose o avanzando a trompicones como el caso de la modernización de la refinería de Talara.
En este escenario, más aún, en un año electoral regional y municipal, se avecinan distintas protestas, si bien fragmentadas lo que las hace más explosivas; protestas que seguramente expresarán los múltiples y distintos malestares que existen en el país, pero también y eventualmente, que servirán para la radicalización oportunista de los candidatos. Ante esta situación, a riesgo de ser tildados de tremendistas, cabe preguntarse si no estaremos asistiendo a un debilitamiento mayor de nuestra débil democracia y a la tentación de pasar a un tiempo autoritario que garantice a toda costa la reproducción del modelo económico. Recordemos que la criminalización de la protesta es un camino por el cual el actual gobierno ha dado ya más de un paso.
En este sentido, el cambio del Premier y de varios de los ministros, nos permite especular sobre la primacía de una elemental racionalidad que calcula, apuntando a consolidar a los grupos de poder en el gobierno -a los que representan Castilla y el nuevo Premier Cornejo-, mientras se administra el cambio de gobierno el 2016, hacia uno que les garantice mayor tranquilidad que la que ofrece un presidente incapaz de comunicar ideas, de hacer política y plantear objetivos de cualquier índole. En esa perspectiva, las acciones de los diferentes actores a las que hemos asistido las últimas semanas, demuestran el fuerte peso del interés primario, de corto plazo y de beneficio inmediato, que conspira también contra aquellas miradas más estratégicas que veían un problema en los afanes institucionalizadores del ex Premier.
En estos extremos, podemos pensar en un arco de posibilidades con ambos componentes que seguramente dan cuenta de la real complejidad de las motivaciones de los actores en el poder, los visibles y los ocultos, sin caer en una mirada que le asigne una racionalidad omnicomprensiva y absolutamente calculada a alguno de ellos (los que verdaderamente tienen el poder) o creer que las cosas se mueven fuera de toda lógica y de manera anárquica, orientada solo a satisfacer los apetitos de poder y de ganancias individuales de manera inmediata.
En cualquier caso, si algo queda claro, es que tanto el presidente de la República como la Primera Dama, que se ha revelado más que nunca como dueña de una gran capacidad no sólo de influir sino de decidir en el gobierno, actúan sin ningún horizonte claro más allá de mantenerse en el gobierno y aspirar a un nuevo mandato. Las palabras de la señora Heredia tras las declaraciones del expremier, quien la responsabilizó de su salida, deseándole buena suerte a Villanueva en su “aventura política”, quizá delaten una comprensión de la política, fuertemente presente en este gobierno.